Nostálgicas Habitaciones Creadoras Texto Carolina Abell *






     Ayer todo salió diferente. Ayer quería decirte que este texto estaba listo. Ojalá, como tu trabajo, directo y diáfano. Lo leí, como siempre varias veces, pero lo rompí en miles de teclados de suprimir. Entonces, recomencé, quizá como tú lo has hecho tantas veces que - que al visitarte - encontraba que los trabajos ya estaban terminados y tú, con sobriedad, insistías que le faltaba aquí y acullá. Pese a todo, calculé que - por primera vez - , texto y obra se habían distanciado. Ya no habíamos seguido el derrotero anterior. Éramos otra vez, independientes. Ya, ni siquiera el taller tuyo, donde han fluido por años las conversaciones, era el sitio de común encuentro. Pero, las ideas seguían dando vueltas y no se circunscribían a un eje central, porque como es habitual en tu trabajo desarrollas varios aspectos a un mismo tiempo con la gran cualidad de mantener la concentración centrífuga. En cambio, al que escribe le puede pasar lo contrario, aunque tus obras siguen siendo, en realidad el centro del encuentro. Esos lugares, esas habitaciones u hogares íntimos que ellas sobriamente entreabren entre los múltiples trazos y planos pictóricos que se construyen en el habitual y, ahora, nostálgico, fanatismo plástico.

     Alfonso, cuando uno recuerda al joven de los toreros, al pintor ilusionado de aquellos ¨Tránsitos Pictoricos¨que llamamos a esas obras tan apegadas a las imágenes fieles de caballos, pegasos y mujeres que fueron citados inconscientemente, recordando quizá amores pictóricos como Daumier, Rembrandt, Goya y otros más, se da cuenta de los pasos que ha dado el creador. 



     Cuando sobrevienen a la memoria de la mirada, seres o animales e, incluso, vegetales, vulnerados por la vida misma, y que se nos quedaron dando vueltas hasta hoy, es que percibimos al artista (grabador o pintor) que logra unir dos mundos antes dispersos. Aquellos senderos que recorren el observador que mira y el creador que pinta, se comenzaron a separar y unir simultáneamente y, así, se ha ido abriendo espacio la comprensión de esta nostalgia tuya que siempre va marcando territorios conquistados.
      
     Antaño el interés visual recayó sobre lo cotidiano: el barrio, las flores y los vegetales, por ejemplo. Atraía el entorno más inmediato, como si recién se comenzara conocer el mundo. Después vino la gran lección del arte que todos tarde o temprano asumimos como propia (para bien o para mal). Ahora - tras un denso paseo interior por el amor de cuerpo y alma bajo el sello de la mujer-maja, la mujer-hembra, la mujer-madre, la mujer-compañer, la mujer-vulnerada... - llega el sitio más complejo, a veces oscuro, de toda persona humana. Toca y se enfrenta al ser heredad, (que no somos) el ser real (que somos), el ser grande (que queremos ser), y ése minúsculo (que nos avergüenza).









      Temáticamente, en este último periodo 2000-2002, el trabajo se ha hecho más profundo, aunque menos frenético que las series anteriores. Menos desaforado y angustiante. Más luminoso y sereno , a pesar de que mantiene igualmente la cuota de obsesión que el hacer creador de Fernández. Y, por favor, no lo tomen a mal. No lo interpreten equivocadamente, porque el único signo de avance en la pintura es equivalente, a mi juicio al nivel de obsesión que la imagen -construida sobre la base del lenguaje plástico - provoca en el artista, porque implica el compromiso del creador y su intención por activar al "alter ego" que enfrenta, en la soledad de su mirada, al espacio pictórico y/o grabado









Odalisca I
Óleos sobre lino
162.5 cm. x 156 cm.
2004

Odalisca II
Óleos sobre lino
162.5 cm. x 156 cm.
2004

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